lunes, 7 de enero de 2013

The Cinnamon Horror Picture Show

La cosa es que hoy estaba hablando con un amigo a eso de las 2 de la madrugada y me dice que "estaba terminando de escribir algo en el blog". "Blog? Tenes un blog?", le pregunté extrañadisima como si en vez de una simple página web tuviese un perro volador. Y ahí me cayó la ficha groso. Escribir. Escribir siempre fue lo que me gusto, toda mi vida, desde que tengo la capacidad de levantar un lápiz o teclear un par de letras y agrupar palabras formando oraciones minima y levemente lógicas ¡Y hace cuánto no lo hago! Mis post ultimamente eran todas canciones, videos y quejas monosilábicas hacia la rutina. Escribir. Por la escritura estudio lo que estudio, hago lo que hago y busco trabajo de lo que busco trabajo. Por esta forma de expresión amo twitter y margino facebook, soy, en cuanto a mis limitaciones, una "grammar nazi" y vivo corrigiendo a la gente a mi alrededor.
Entonces ¿por qué? ¿por qué no estaría siendo capaz de levantar un lápiz o de teclear un par de letras y agrupar palabras formando oraciones? ¿por qué necesito las palabras de otros en mi boca, en mis hojas y en mis páginas? ¿por qué recurro a la música, los libros, la poesia o el decir popular para expresar, quizas, lo que yo siento? ¿por qué no soy capaz de decir lo que me pasa?
Y la respuesta es miedo. Tengo miedo. Muchísimo miedo de todo. De abrirme, de cerrarme, de volver el tiempo atrás a los malos hábitos, de avanzar quizas, o de que los demas avancen sin mi, de la vida, de la independencia, de la soledad, de la rutina, del trabajo, del esfuerzo... Supongo que por algo es que mi mecanismo de defensa predilecto es el aislamiento.

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